Motril y Pío Baroja



No sé en qué momento de mi historia personal llegué a confundir realidad con imaginación, pero allá por los años en que estudié bachiller ocurrió una anécdota que no ha dejado de perseguirme hasta ahora.


En algún momento de mi paso por el instituto Julio Rodríguez, ocurrió que uno de sus docentes debió hablar en clase sobre el paso del escritor Pío Baroja por Motril y su relación con la forma de hablar de los motrileños.

La cita apócrifa fijada en mi recuerdo refería lo siguiente: «Llegué de noche, lloviendo y sin conocer el idioma», y que bien oí o fabriqué con la distancia del tiempo. Tras numerosas conversaciones con profesores de esa época y con lectores asiduos del escritor vasco, deduje, después de que nadie supiera encontrar ese pasaje escrito, que la anécdota podía estar relacionada con el profesor Germán Pérez Alles o con una exagerada imaginación mía.

Siempre cuando he mencionado este episodio, lo he contado pensándolo en un escenario concreto como era un Motril de los años veinte del pasado siglo, en una noche oscura y lluviosa, y con un posadero y unos motrileños hablando de aquella manera.

Después de muchas vueltas he podido encontrar este pasaje en las memorias de Pío Baroja:

«De Granada, al viajero se le ocurrió marchar a Málaga, y de allí partir y dar la vuelta a España, embarcado.
Salía una diligencia de Granada a Motril; pero estaban todos los sitios ocupados, y Álvaro decidió alquilar un coche y marchar solo.
De Granada a Motril, el camino era muy malo y desierto. No se cruzó más que con recuas de burros, al salir de Granada, y después, de tarde en tarde, con algunas carretas. A un lado y a otro comenzaban a aparecer grandes piteras con sus paletas verdes, casas pequeñas y ventorros medio derruidos. En ciertos puntos de la carretera se pasaba entre nubes de polvo.
A trechos muy largos, entre montes secos, con peñas y matorrales, se veían algunos angostos valles fértiles.
Todo el campo le pareció trágico, abandonado, árido y solitario.
Ya muy entrada la noche llegó a Motril, y durmió en la primera posada que le salió al paso.
Al día siguiente alquiló otro cochecillo, y se dispuso a marchar a Málaga rápidamente. Cruzó por campos de caña de azúcar y por algunos pueblos próximos al mar».

‘Memorias de un hombre de acción 15 La nave de los locos’

Pío Baroja

Después de leer el texto pude comprobar que no había rastro de la cita y que, por tanto, era el momento, de dejar de atribuirla a la obra barojiana.

Cierto es que los motrileños podremos seguir haciendo uso de una frase que puede decirse forma parte del imaginario popular.


Paco Ortega

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